Las bocinas que escucho en son de apuro, son a la vez alertas de stress producido por el atochamiento vehícular a estas horas de la tarde, cuando lo único que quiero es mi cama.
Me siento en una verdadera guerra con el resto de la gente, comienzo a desesperarme por avanzar y como si fuera un niño en su juguete me imagino volando en mi auto búrlandome del resto que no puede escapar del moustruoso taco de la hora pic.
Me encantaría que fuera verdad.
Dan la verde y al fin puedo avanzar un poco más hacia mi destino, pero como si fuera una pesadilla reiterativa vuelvo a quedarme inmóvil; pongo algo de música y bajo el vidrio para no sofocarme con los 28 grados que marca la temperatura de mi auto, al respirar el aire santiaguino siento el mal olor del río que nos atraviesa, mapocho inmundo digo, pero como si fuera un relajante, su sonido se me impregna lográndome tranquilizar hasta llegar a sentirl mío aunque fuera por ese instante colapsante; apago la radio de mi móvil y me quedo escuchandolo.
¿Para qué más stress? llegaría a mi casa igual, estoy en mi ciudad y aunque quiera cambiarle detalles es mía y seguirá siendo la misma por un buen tiempo más.