Hay algunos que corren a la lengua, que te mascan sin dientes y te tragan en saliva. Son los desesperados por salir de la rutina, los que escapan un rato de sus amarras que no los dejan disfrutar del momento. Lo hacen rápido y sin sentido, te apedrean la boca y sólo se dejan llevar.
Hay otros que corren a los labios y se orientan con la lengua. El suave roce provocado se transforma en un pequeño consquilleo que se siente en el movimiento de ambas caras, son sutiles como un soplido, y dicen más que mil palabras, no ocultan nada y sólo un perfecto mentiroso podría decir que con un beso así no viene de la mano sentimiento alguno.
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